Cada persona que tu tratas, es tu maestro.
Cuando se ha cruzado hace mucho el medio siglo, pareciera en el entender de todos nosotros, que los profesores y los maestros han quedado muy atrás. Nada más equivocado, pues en verdad, uno debe trabajar siempre en busca del "don" de aprender. Todos los días puedes aprender algo y hasta el final de tus días. Incluso puedes aprender de tu alumno, de tu hijo, de tu nieto y seguramente, si se te ha brindado salud, de tus biznietos. Del mendigo que te pide, del encarcelado que procesas, del sufrimiento de tu cliente, del sol que te brinda su calor y de la tempestad que algo te advierte.
Yo, que ya estoy a punto de jubilar en dos años más, como profesor de mi querida Universidad Austral, confieso que trato de aprender. Incluso ahora, uno puede aprender sin que tu maestro de conozca y no ya, como antes, sólo de la lectura, sino también de la televisión. Tengo un nuevo maestro, que no me conoce y que todo indica que nunca me conocerá. Es Zang Zhi Guo, un maestro de Tai Chi, una disciplina maravillosa, que ciertamente te permite permanecer ágil y lúcido hasta bien entrados los años. Con el pensamiento, te doy las gracias maestro ejemplar y me congratulo de ser tu discípulo.
Yo, que ya estoy a punto de jubilar en dos años más, como profesor de mi querida Universidad Austral, confieso que trato de aprender. Incluso ahora, uno puede aprender sin que tu maestro de conozca y no ya, como antes, sólo de la lectura, sino también de la televisión. Tengo un nuevo maestro, que no me conoce y que todo indica que nunca me conocerá. Es Zang Zhi Guo, un maestro de Tai Chi, una disciplina maravillosa, que ciertamente te permite permanecer ágil y lúcido hasta bien entrados los años. Con el pensamiento, te doy las gracias maestro ejemplar y me congratulo de ser tu discípulo.